Tito Rodriguez
Director Instituto Argentino de Buceo
"Si la próxima generación va a ser la última línea de defensa del planeta, lo menos que podemos hacer es prepararla en un ambiente que aprecie el ambiente."
Bryan Walsh, periodista
"Un mundo en el cual Dios el Creador utiliza los elementos materiales del universo para comunicar quién es y qué desea, es un mundo que demanda reverencia por parte de los seres humanos."
Bartolomeo I, patriarca de Constantinopla
Mucha gente se pregunta: ¿qué puedo hacer yo por la ecología? ¿Puedo ayudar a salvar a un delfín? Las respuestas a estas preguntas no están ligadas a las grandes acciones sino a las pequeñas, que suelen ser las más importantes.
Cuando llega el verano los humanos nos sentimos atraídos por el mar. Las multitudes se congregan en las playas en busca de un contacto con las olas marinas que nos produzcan placer y descanso. Pero el paso humano deja su huella fatal en las playas de arena. Millones de bolsas de nylon y plásticos de todo tipo son abandonados en la costa y el viento o las mareas se encargan de arrastrarlos al mar.
Las fundas plásticas ensucian las ciudades, atentan contra la vida silvestre, tapan los desagües y su biodegradación tarda decenios. Muchos gobiernos, desde el de la India hasta el de Irlanda, han hecho causa común para erradicarlas de una vez por todas.
Cada año los consumidores nos llevamos a casa de 500,000 millones a 1 billón de bolsas en todo el mundo; es decir, unas 150 por habitante, en promedio, o más de un millón por minuto en total.
Tras viajar de la caja del supermercado a la cocina y pasar un tiempo como forro del bote de basura de la cocina, casi todas las bolsas van a parar a un vertedero, aunque algunas escapan en el camino. Es entonces cuando se hacen evidentes: vuelan por las calles y ondean en las ramas de los árboles.
Cada año, millones de aves, tortugas, peces y mamíferos marinos quedan enredados en basura marina o ingieren pedazos de plástico los cuales confunden con alimentos. Anualmente unas 30,000 focas quedan atrapadas en redes de pesca abandonadas causándoles la muerte por ahogamiento o sofocación. Las ballenas confunden las fundas o bolsas plásticas con calamares y las aves pueden confundir los perdigones plásticos con huevos de peces.
Las fundas plásticas también pueden ser letales para la vida silvestre. El grupo ecologista Planet Ark calcula que decenas de miles de ballenas, aves, tortugas y focas mueren cada año a causa de ellas, debido en parte a que al flotar parecen apetitosas medusas, al menos para las tortugas. Una víctima fue un rorcual que encalló en Francia con casi un kilo de bolsas y envolturas de plástico en el estómago.
Los daneses fueron los primeros en reducir el uso de estas bolsas (en 66%) cuando, en 1994, impusieron a todos los empaques un gravamen a cargo de los supermercados, no del consumidor.
En 2001 Taiwán implantó restricciones al uso de las bolsas y después fijó un cargo obligatorio de unos 4 centavos de dólar por cada una.
En 2002 Bangladesh fue aún más lejos al prohibir el comercio de polietileno y establecer una multa de 9 dólares al uso de este material.
Para promover el uso de materiales más resistentes y reciclables, Sudáfrica ha declarado ilegales las bolsas de menos de 30 micras de grueso (la bolsa de supermercado promedio mide unas 18). Varias ciudades australianas han prohibido los plásticos en espera de que el gobierno nacional decida si proscribe el uso de las bolsas.
Las bolsas de plástico son un símbolo de una sociedad que usa y desecha las cosas sin pensar. Las bolsas biodegradables no sirven más que para tranquilizar la conciencia de la gente. Y para las tortugas se parecen tanto a las medusas como las bolsas no biodegradables.
Tal vez la solución sea seguir el ejemplo de los enganchabolsas de Nueva York. Provistos de un tubo telescópico con un gancho en la punta, el escritor Ian Frazier y sus amigos han puesto de moda el deporte urbano de recoger la basura de las ramas de los árboles. Es una solución práctica y divertida que todos podemos aceptar. Caroline Williams (v.pág.119 de la revista Selecciones Reader's Digest del mes de abril de 2005).
Víctima: polluelo de albatros de Laysan. Edad: 6 meses. Causa de muerte: inanición por saturación del estómago. Contenido del estómago: encendedores, atomizadores, cáscaras de nuez, cartuchos de escopeta, cientos de pedazos de plástico.
El alimento que los albatros regurgitan en el pico de sus crías debe consistir en calamares, peces y hueva de pez. Los adultos vuelan miles de kilómetros para obtener el alimento en donde se concentra: los remolinos que crean las corrientes en medio del mar. Sin embargo, las aves también tragan la basura que queda atrapada en los remolinos y después se la dan a las crías. Antes de emplumar, los polluelos vomitan de manera natural los elementos orgánicos no digeribles. La inanición provocada por desechos marinos es una causa frecuente de muerte en los polluelos que no empluman.
Una bolsa de nylon puede navegar varias decenas de años sin degradarse. Las tortugas marinas las confunden con medusas y las comen ahogándose en el intento por tragarlas. Miles de delfines caen también en la confusión y mueren ahogados por la envoltura de un emparedado. Ellos no pueden reconocer los desperdicios humanos, simplemente se confunden, después de todo, "lo que flota en el mar se come".
La tapa plástica de una botella, más dura que una bolsa, puede permanecer inalterable navegando por los mares por más de un siglo. El Dr. James Ludwing que se encontraba estudiando al albatros en la Isla de Midway, en el Pacífico, muy lejos de los centros poblados, hizo un hallazgo espantoso. Cuando comenzó a recoger el contenido del buche de sólo ocho pichones de albatros muertos encontró: 42 tapas plásticas de botellas, 18 encendedores descartables, una motocicleta plástica de juguete y dos puñados de restos flotantes que en su mayoría eran pequeños pedacitos de plástico. Estos pichones habían sido alimentados por sus padres que no pudieron reconocer los desperdicios al momento de elegir su alimento.
El próximo verano, cuando visites tu playa preferida, tal vez encuentres en la arena basura que otra persona arrojó. No es tu basura, pero es tu playa y debes hacer algo por ella. Muchos padres juegan con sus hijos el juego de "A ver... ¿quién consigue juntar la mayor cantidad de plásticos?" en medio de una inolvidable lección de ecología. Otros, en silencio, toman un plástico abandonado y lo llevan con ellos a sus casas, lejos del mar. Los verás pasar sonrientes, saben que han salvado a un delfín.
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